Nota importante:

En Cada entrada interpretamos una baraja diferente del Tarot. A través de Daniel, sus peripecias y lecciones de vida conectamos directamente con la interpretación de las cartas.

Las fui realizando cada día y retirando las anteriores cartas, pese a que algunas, decidieron repetir más no así en la historia. Espero que las disfruten y veremos que nuevas sorpresas nos trae “El Tarot” para el Futuro.

Que Dios los bendiga.

AS DE COPAS

Daniel:
Maestro, así como los ríos y mares nacen de las gotas del rocío y la más diminuta de las semillas hace germinar un árbol, entiendo que Dios creó a las mujeres como el fruto que recubre las semillas, que son los niños. Pero hay algo que aún no logro comprender: ¿cuál es el mecanismo por el cual nos sentimos atraídos unos hacia otros dentro de nuestra misma especie? ¿Por qué el polen de un roble no fertiliza a un manzano, o por qué no pueden cruzarse una vaca y un caballo? Más allá de mi razón, hay algo que les permite saber que son diferentes. ¿Cómo es que una vaca sabe que es vaca y no caballo?

Maestro:
Estimado Daniel, no sé cómo logras generar tantas preguntas extrañas en tu cabeza. En la naturaleza, aunque todas las especies son diferentes, todos somos iguales. Nuestro mundo se rige por una paridad esencial: el “Yin y Yang”. Ya hemos hablado de este equilibrio, de cómo todo se entremezcla por necesidad. Pero la pregunta que planteas hoy solo concierne a la mujer, a las hembras de todas las especies.

Cada una de ellas emite un olor particular, feromonas, que estimulan la hipófisis de los machos y nos llevan a hacer todo tipo de locuras en pos del apareamiento. Las aves lo manifiestan con cambios de plumaje, danzas o rituales de cortejo, y a veces incluso con grandes batallas en tierra y aire. Las flores también despliegan colores y aromas que embelesan a toda la naturaleza. Las abejas, hormigas y otros insectos, así como el viento y el pelaje de los animales, transportan el polen y lo depositan inconscientemente sobre los estigmas, esos delicados “úteros” femeninos, como el de la mujer.

En el caso de los mamíferos, como los leones, caballos, elefantes y nosotros mismos, las hembras emiten un aroma particular cuando están listas. En ese momento, el ambiente se impregna de su esencia, y todos entramos en frenesí. Ningún macho en la tierra escapa a este influjo. Y, paradójicamente, como te decía antes, esto no tiene que ver con el deseo en sí, sino con un reloj biológico que ellas guardan en su mente y que, con precisión extraordinaria, les indica cuándo es seguro y están listas para dar vida. En ese instante, nosotros nos convertimos en simples portadores de la semilla, del “caldo de la vida”.

Es así, Daniel, como una fragancia surgida de la mente misma de la yegua atrae al caballo, y el aroma de la vaca llama al toro. Ellas son las portadoras y guardianas del cáliz, el gran secreto del mundo. Con solo liberar su perfume, pueden esclavizar y enloquecer a elefantes, leones, hombres, ratones… a todos los seres masculinos que existen en la tierra.

“Dueñas todas ellas de la Vida” (As de Copas)

Feliz día y un fuerte abrazo

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