Nota importante:

En Cada entrada  interpretamos  un baraja diferente del Tarot,  A través de Daniel, sus peripecias y lecciones de vida conectamos directamente con la interpretación de las cartas.

Las fui realizando cada día y retirando las anteriores cartas, pese a que algunas, decidieron repetir más no así en la historia. Espero que las disfruten y veremos que nuevas sorpresas nos trae “El Tarot” para el Futuro.

Que Dios los bendiga.

SIETE DE ESPADAS

El invierno había llegado a las montañas. Lo que ayer era un tímido frescor, hoy se transformaba en una vasta y helada alfombra blanca. Los campesinos se apresuraban a recoger las últimas cosechas, almacenar la leña y el forraje, y proteger a sus animales. Pronto comenzaría el ciclo de hibernación, acompañado del dolor en los huesos y la temida gripe estacional. Daniel, siempre atento, ordenaba colocar pasto bajo las tablas que servían de cama a los monjes, mientras todas las ventanas del templo se sellaban, excepto por una pequeña claraboya en lo más alto de la pagoda central, que dejaba pasar un tímido rayo de luz.

Ese día, en particular, el joven Prior sentía una extraña inquietud recorriéndole el cuerpo. «Algo va a pasar, algo raro va a suceder», repetía insistentemente a los monjes que lo acompañaban. Mientras preparaba la habitación destinada al descanso de todos, encontró por accidente, entre las pertenencias de Juda —el hermano que en otro tiempo había sido delincuente y ahora vivía bajo la protección de Daniel—, una piedra de hachís. El hallazgo desgarró el corazón del joven Abad, quien, con lágrimas en los ojos, exclamó con dolor: «Nunca le des perlas a los cerdos».

Juda, que se encontraba apartado, sintió que esas palabras iban dirigidas a él. Cayendo de rodillas, confesó: «Hermano, no puedo dejar de ser quien he sido, pero te prometo que desde que me diste cobijo no he hecho daño a nadie, y no hallarás rastro de sustancias en mi sangre. La tengo solo porque me ayuda a enfrentar mis miedos. Al tenerla cerca, sé que puedo dominarla.»

Nunca antes en el templo habían visto a Daniel perder la compostura, pero este era un punto de quiebre entre los hermanos. «¡Maldición, Juda!», exclamó furioso. «¿Qué demonios me estás diciendo? ¿Que para dejar la droga y la mala vida duermes con ella? ¿De qué carajos vas?» La tensión entre ellos se hacía insoportable, con el aire cargado de reproche y desesperación.

Justo en ese instante, otro monje irrumpió en la habitación, colocándose entre los dos. Sin darles tiempo a reaccionar, pronunció con voz grave: «Dejen de discutir. Vengo a darles una noticia terrible: su madre ha muerto, envenenada por el humo de la chimenea, y sus hermanitos están gravemente enfermos.»

En un solo instante, toda la fe en Dios abandonó el cuerpo de Daniel. ¿Para qué? ¿De qué carrizo servía tener fe o creer en Dios? En su mente, las preguntas se agolpaban como una tormenta de dolor e incredulidad. Juda, conmovido, corrió a abrazar a su joven hermano, pero el Prior ya había renunciado a todo. La vida misma parecía haberlo traicionado, y dentro de él solo quedaban zozobra e indignación. Se sentía roto, despojado de sus votos, del creador y de su propia familia. La sangre se le volvía espesa, ardía en sus venas, y su corazón palpitaba con furia en su cabeza. De repente, todo se tornó gris. Daniel cayó al suelo, derrotado.

Pasaban las horas y “El joven Abad” no reaccionaba, en el hospital los médicos no podían dar con el extraño padecimiento que se había producido en el muchacho.

Entretanto, dentro de la cabeza de “Daniel” todo lo que retumbaba era un ¿Por qué?

– Daniel hijo mío no sufras más, ya he llegado a mi lugar de recompensa, aquí estoy en compañía de mis padres, mis abuelos, de Buda y Dios todopoderoso, estoy con tu padre y he recibido mi recompensa de vida. No sufras más hijo mío.

– Mamá, madre mía, ¿por qué hoy?, ¿por qué todo junto, el frío, tu muerte, Juda?, ¿por qué?

En ese momento “Buda” mismo hizo presencia en la mente del “Joven Prior” hijo mío lamentablemente los hombres de mayor nobleza siempre sufrirán más que los impíos, bien decía Jesucristo, “seguid el camino de Espinos”, estas palabras no son en vano, como la leyenda de San Cristóbal, a cada paso que das, el peso que soportaras será mayor, la razón es simple, “Alguien debe llevar la carga” y para que realmente expié a la humanidad, “debe ser sufrida por alguien, con esto quiero decir que aquellos indignos, ni siquiera se enteran de que llevan carga alguna y es por ello que ante los ojos del hombre, “los justos sufren más”, levanta joven “Daniel” que con tu dolor y tu ira has salvado miles de vidas en este día, sal y vive, que ya jamás volverás a sentir dolor como el que hoy, “Ya te hemos quitado todo aquello que te lo podía causar”

7 de Espadas: una de las cartas más desagradables del tarot, aquí se puede perder hasta la fe, en un instante. Destructiva y con un toque de saña.

En el Amor: Para reconocer lo dulce de la vida, has de probar el resto de sabores.

En el Dinero: Solo los tontos, lo dan todo por sentado

En la Salud: Lo que no eres capaz de hacer por ti, nunca lo podrás hacer por otro. Amate y respeta tu cuerpo.

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Feliz semana para todos.