Ciegos a la luz | Reflexiones de Ricardo Latouche
No hay peor ciego que aquel quien no quiere ver.
Siempre hay luz a nuestro alrededor, pero a menudo somos nosotros quienes elegimos no verla, cerrando los ojos ante las verdades que nos rodean. Nos aferramos a la ignorancia, a veces por comodidad, otras por miedo a lo que esa luz pueda revelarnos y explicarnos. Sin embargo, como dice el viejo refrán, «no hay peor ciego que el que no quiere ver». Es fácil refugiarse en el «yo no sabía», cuando en realidad, en lo más profundo de nosotros, siempre hay una chispa de conciencia, un susurro de la intuición que trata de guiarnos.
El corazón es una llama que nunca se apaga. Nos habla en momentos de duda, nos avisa cuando algo no está bien y nos guía hacia lo correcto, pero requiere que lo escuchemos con atención y valentía. A menudo, ignoramos esas señales porque reconocerlas implicaría cambios difíciles, confrontar verdades incómodas o asumir responsabilidades que preferimos evitar. Pero esa luz interna, si nos detenemos a percibirla, nos lleva por el camino correcto, nos ayuda a tomar decisiones más sabias y a vivir con mayor autenticidad.
Es una llamada a despertar, a ser más conscientes de nuestras elecciones y a confiar en esa luz interior que siempre ha estado ahí, esperando guiarnos hacia donde realmente debemos ir.
Un abrazo grande y que Dios te bendiga.