Justo la última semana del verano, todos los monjes de la región tenían una reunión, los ancianos se enclaustraban para sus sínodos, los maestros quedaban a cargo de todo y los jóvenes debían competir en una gran cantidad de artes (escritura, pintura, levitación, artes marciales, ajedrez y muchos más) pero había dos grandes certámenes que atraían a todas las gentes de la región. Uno era la toma de la pagoda, para ello, todos los jóvenes se iban subiendo unos encima de los otros y hacían una gran estructura, (realmente pocas veces llegaban hasta las cúpulas, pero era impresionante verlos), el otro acontecimiento quizás para unos no era tan llamativo pero en la realidad, lo era, tanto que “El Prior” y los ancianos solo tenían ese momento para descansar de sus prolongadas disertaciones.
Todos salvo los enfermos, lisiados o los septuagenarios, debían participar en esta correría. Una esfera o balón echo de cuero de Yak y recubierto con cebo y mantequilla debía pasar sin excepción por las manos de todos los “jugadores”, antes de ser lanzada a un gran círculo de piedra que sobresalía de uno de los muros del templo, para ello solo había 3 reglas básicas:
1) Como ya dije antes, todos deben jugar y en algún momento tocar la pelota antes de ser lanzada al círculo.
2) El que tiene el balón debe intentar mantenerlo en su poder el mayor tiempo posible, mientras el resto debe hacer todo lo posible por obtenerlo y conservarlo. Pese a que una vez tenido la pelota, debe descansar para dar paso a otros.
3) La más importante de todas “divertirse” y evitar que los más pequeños se hagan daño.
El día del juego, se daba un desayuno ligero a las 5 de la mañana y con el primer rayo de “SOL” comenzaría la carnicería.
Nadie sabía quién había dispuesto este acontecimiento que en algunas ocasiones incluso había dejado a más de uno mal herido, realmente no era de extrañar que la enfermería se viese desbordada durante el evento pues se calculaba que 1 de cada 3 terminase con algún tipo de lesión, y en esos días la población de monjes estaría entre los 4 y 6 mil hombres.
Ya Daniel había vivido de cerca este acontecimiento durante casi 2 décadas y sabía que lo mejor era dejar primero que los adolescentes, luego los jóvenes y después los niños, así era la mejor manera de evitar grandes empujones, pues mantenía a los más chicos un poco aparte hasta que veía que ya era “seguro” dejarlos jugar, como las 5.30 de la tarde aún seguían muchos jóvenes y maestros luchando por la posesión del balón y nuestro joven amigo, entro en acción, comenzó animando a los diferentes clanes a trabajar en equipo y pronto se armó la sampablera, en pocos minutos ya no eran personas sino trenes humanos los que tomaban posesión de la bola, pero de igual forma lo que antes era un desgaste individual, ahora era colectivo. A eso de las 8 P.M. Daniel le quito la esfera a su propio maestro, casi sin esfuerzo y de un solo brinco, asesto el balón en el aro dando fin a las festividades.
Como campeón, debía ser llevado ante el “Prior”.
– Una vez más nos sorprendes joven maestro por toda la estrategia marcada de tu parte, casi has arrancado de un tiro todo el misterio de este acontecimiento, pero, ¿si puedes, explícanos la importancia de tal salvajismo? ¿Si es que así se le puede llamar?.
-“Prior”, La llegada del Otoño nos habla de la oscuridad del invierno y las tinieblas, yo comprendo que con nuestras risas, competiciones, alegrías, que estamos celebrando la vida y con todo lo anterior el “Sol” que es el que nos da energía, la vitalidad la posibilidad de ver a nuestros mayores jugando con nosotros como niños e interactuar, no solo como maestro y alumno; sé que son muchos los detractores de este tipo de juegos y no los comprendo porque el hombre al igual que el tigre o el chacal, debe aprender a jugar con sus crías. (El Sol)
Feliz día un fuerte abrazo y que Dios los bendiga
Mañana en el Amor: Decir te quiero o te amo, no son signos de debilidad, aprende a expresar tus sentimientos. En el Dinero: Recuerda que lo que llega fácil, fácil se va. Cuidado con lo que te proponen. En la Salud: Evite caer en tentaciones que saben no conducen a ningún lugar.
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